El lunes 7 de octubre de 2019, se produjeron en Madrid una serie de actos de desobediencia civil en pleno centro de la ciudad. Estos actos estaban convocados conjuntamente por la plataforma By2020 We Rise Up y el grupo ecologista Extinction Rebellion y la intención era llamar la atención sobre la gravedad de la crisis climática, así como sobre la necesidad de tomar medidas políticas urgentes que estén a la altura del conflicto que se avecina. Estas acciones estaban englobadas dentro de una convocatoria internacional de diez países europeos, a saber: Bélgica, República Checa, Francia, Alemania, Países Bajos, Polonia, Portugal, Suiza, Reino Unido y España.
Las acciones en el Estado español fueron secundadas por cientos de activistas españolas así como algunas de otros países aledaños como Portugal. Concretamente, se estima que, entre las dos acciones directas, sin contar las personas que más tarde se unieron a la acampada, se consiguió movilizar a unas cuatrocientas personas. Esta cifra, ya de por sí elevada, impresiona más cuando se tiene en cuenta que las personas que acudieron no fueron directamente a la propia acción, sino que para poder asistir, por un lado se requería estar en una formación que se extendía a lo largo de todo el día anterior y, por otro lado, la inmensa mayoría de las personas que asistieron no sabían exactamente cuándo, dónde y en qué consistía la acción. Dicho de otra manera: la acción implicaba un grado de compromiso y de confianza hacia otras compañeras bastante mayor que en concentraciones convencionales.
Las primeras acciones que se desarrollaron paralelamente fueron dos: se cortó el paso en un puente de la Castellana y se acampó frente al Ministerio para la Transición Ecológica, acampada que pretendía extenderse hasta el viernes once de octubre.
El puente de la Castellana se cortó mediante centenares de personas con los brazos en jarras enganchadas unas a otras. A este puente se trasladó una pequeña barca pintada de rosa y docenas de banderas ecologistas de los colectivos convocantes.
Llegó la policía y con ella las cargas policiales. Estas no se limitaban a agarrones y empujones para intentar romper el cordón policial, sino que además incluían todo tipo de acciones violentas completamente gratuitas, difícil de entender si no es por la mera humillación de quienes resistían. Estas incluían meter los dedos en los ojos, en cavidades nasales, amenazas directas o luxaciones de brazos y muñecas tanto a quienes ejercían una legítima resistencia no violenta como a quienes andaban a buen paso.
A su vez, las observadoras y las periodistas que se encontraban en las inmediaciones de los bloqueos documentando estos abusos fueron golpeadas en varias ocasiones y desalojadas cuando todavía quedaba un grupo numeroso de personas resistiendo, lo que le daba carta blanca a los cuerpos policiales para poder seguir con el violento desalojo sin que esto quedase debidamente documentado.
El balance general de la violencia policial en esta primera acción fue de más de treinta personas retenidas, un compañero con el brazo roto y tres personas detenidas acusadas de resistencia grave.
Mientras se realizaba este bloqueo en la Castellana, frente al Ministerio de Transición Ecológica empezaban a aflorar las primeras tiendas de campaña. Estas activistas pronto se toparon con los primeros vehículos de la policía, que fue contestada con una hilera de personas ocupando el perímetro del espacio de las tiendas para evitar el desalojo del campamento. Tras una negociación con la policía, se pactó la posibilidad de mantener la acampada hasta el viernes, decisión que más tarde fue refrendada en asamblea.
Como la acampada iba a prolongarse durante varios días, era necesario llenar esa semana de actividades. Así, en esta semana se han podido asistir a una charla sobre el efecto invernadero, un taller de lenguaje de signos, una presentación de un libro, performances, asambleas y mucha música.
Con todo ello, se puede afirmar que las acciones directas no violentas realizadas el siete de octubre han cumplido sus objetivos, suponiendo un salto cualitativo a nivel organizacional que puede servir como referencia para futuras movilizaciones.